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miércoles, 20 de febrero de 2013

Capítulo 9: En un sitio paralelo


La verdad es que no me sentía mal, tampoco me sentía muy bien la verdad, me sentía de una forma tan ligera y extraña, quería que Ádam me sacara de ahí, puede que solo hubieran pasado 10 minutos o 10 horas.

-¡Ádam!-grité.

Me sentí muy liberada pero pronto empecé a pensar en Gabriel.

-Gabriel-susurré.

Era realmente el nombre de mis sueños, siempre soñé con un chico que se llamara Gabriel, de pequeña cuando no era más que una cría conocí a un niño llamado Gabriel.

El parecido entre ellos era demasiada coincidencia, era tan realmente extraño, en esos momentos, cuando me quedaba sola me dedicaba a filosofar sobre la vida, pero en verdad en estos momentos solo me apetecía, ni siquiera sabía lo que me apetecía, puede ser que volver a mi mundo o ver películas en la tele, despertarme a las 14:05 de la tarde y dormirme a las 4:35 de la madrugada, despertarme y quedarme en la cama viendo la tele, puede ser que las pequeñas muestras de cariño de mi madre, todas las curiosidades que me contaba mi hermano, las tardes en el cine con mis amigos, las vistas a la playa con una bolsa de dulces pica pica de distintas formas y sabores, un sobrecito de Peta Zeta, unos gusanitos y una pequeña botella de Fanta naranja con mi padre, pasarme todo el día encerrada en la habitación viendo la tele o tocando la guitarra e incluso dibujando 4 o 5 horas hasta terminar mis obras de arte, todo el mundo me felicitaba, recuerdo que odiaba enseñar mis dibujos a mi hermano porque siempre le he visto como algo inalcanzable, como el santo grial de… De todo, el día que me vi absorbida en este mundo estaba enfadada con toda mi familia, estaba enfadada con una amiga mía y encima estaba enfadada conmigo misma.

A mí siempre me dicen… Bueno ahora no me acuerdo de lo que me dicen sobre los enfados la cosa es que ese día estaba enfadada y lo único que me hacía feliz era pensar en Ádam, ahora todo era diferente, en ese momento ni se me hubiera planteado quedarme encerrada en una bola de cristal, ahora pensar en Ádam me dolía y pensar en Gabriel también, ahora para estar feliz pensaba en cosas de mi vida, quiero decir de cuando estaba en la tierra, antes de entrar por esa horrible puerta.

-Salut-oí.

Me giré bruscamente, era la señora de los “agandanos”

-hola- dije.

-Mon petit ¿Qué te pasa? “Pgoblemas amogosos”, se te nota en la “caga” -.

-Algo parecido-respondí.

La pequeña señora era realmente bajita y regordeta, su pequeña nariz respingona y su dulce sonrisa me hacían sentir bien, su pelo era dorado y estaba recogido en un gran moño con una cinta roja, olía a pastel, su dulce aroma era tan reconfortante, con dificultad se sentó a mi lado y me miró como si esperara que le contara algo.

La miré y empecé.

-Hace más o menos 15 días me gustaba un chico que se llamaba Ádam pero de repente me vi inmersa en este mundo…-la historia se alargó como 2 horas y la señora me miraba con sus brillantes ojos chocolate mientras asentía o comentaba palabra en francés como idiot, a veces algún effronté pero lo que sonaba cada dos por tres eran los “oh la la’’ o los “cette belle”- …Y bueno ahora ya no sé qué hacer- terminé.

La verdad no entendía muy bien lo que decía cuando hablaba en francés.

-Mon petit esto lo “supegagás”, yo te animo mi “queguida pego pgimego tendgás” que “elegig”- dijo triunfal.

Después de horas hablando la amable señora llamada Ida se despidió con un gesto de mano y una bonita sonrisa.

Me quedé pensando y después de mucho pensar grité.

-¡Te amo!-.

Aunque no sabía todavía para quien iba y seguí.

-¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!-paré pensé y de repente sentí una pesadez en mi mientras susurraba mi último- te amo…-.

sábado, 16 de febrero de 2013

Capítulo 8: una gota de licor o un poco de zumo de uva


-Tendrás que pasar desapercibida en el mercado-dijo Gabriel.

-vale-.

-Bien tendrás que ponerte esto, tienes que parecer de la
nobleza-.

Y “voila”  hizo aparecer el flamante vestido, yo lo miré
y el hizo aparecer una chaqueta luego dijo.

-Bien te dejo que te cambies-dijo saliendo del cubo  de cristal
 sin cristal o del refugio.

Hice lo que tenía que hacer, ponerme el vestido y salí
del refugio.

-Esta magnífica señorita-sonrió.

-Deja de hablar así-dije mientras andaba.

El camino transcurrió en silencio pero yo no me di cuenta,
tenía muchas ganas de ver a Ádam, tenía tanto que contarle,
el camino era largo y andar por la arena era realmente
cansado.

-¡¡Kiara!!-.

Ádam tenía cara de verdadera preocupación pero se desvaneció
al ver que correspondía a su mirada, la cara de desagrado de
 Raquel no pudo evitar un poco de tristeza en el interior
de mi ser.

Andamos todo lo tranquilos que pudimos fingir hasta que
 llegamos el uno al otro, no me saludó algo que es raro
en él me cogió de la mano y empezó a caminar mientras
 yo le seguía a trompicones.

-Ádam…-.

-Kiara ¿Ha sido todo un sueño?-.

Estábamos tan lejos de los demás que no se les veía
en el inmenso horizonte, me cogió de  las manos y me
miró a los ojos tal y como yo hice en este mismo instante
 pero a la vez en otro tiempo distinto.

-Es raro e inexplicable-acabé diciendo.

-Hay que buscar una solución-empezó-antes de que acabe el día-terminamos al unísono.

Proseguimos el camino pero aunque no quisiera la noche
estaba al caer y no habíamos llegado, tal y como la
última vez caí rendida al atardecer y cuando desperté me
encontré en el carro antiguo, me levante y salí, Raquel
estaba ahí con el chico este con el que reía y hablaba
volví dentro, Gabriel estaba apoyado en la esquina más
oscura, me acerqué a Ádam.

Él estaba sentado, miraba al vacío, sus ojos caramelo
miraban perdidamente  a un lugar inexistente y yo le
miraba a él, pronto desperté de mi sueño color caramelo.

-Ádam-.

-¿Qué?-respondió él.

Enseguida me di cuenta de que había pronunciado su
nombre por puro placer.

Se levantó y se acercó a mí con esos ojos tan… ojos no
sabía que decir de él totalmente indescriptible.

-¿Te gusta el color de tus ojos?- que pregunta más tonta
pero fue lo primero que me vino a la cabeza.

-Pues la verdad no sé, no me lo había planteado- su voz
era ronca, tan ronca me quede mirándole.

-Después te puedes quedar comiéndome con la mirada
 pero ahora tenemos que irnos-dijo sonriendo.

Como el día anterior, también llamado hoy Raquel
habló  conmigo, dije exactamente lo que dije el otro
día para no estropear nada y nos hicimos amigas
después de ver los puestos me di cuenta de que faltaba
el puesto de los pasteles, el de la señora de los
“pasteles de agandanos” algo raro porque si se había
repetido el día ¿No debería ser todo igual?, llegamos
a la posada y nos acostamos, Ádam y yo en la
cama grande.

-Ádam, no nos podemos dormir-.

-Pero tengo sueño…-.

-¿Te has dado cuenta que la señora de los “agandanos” ha desaparecido?-pregunté.

-Sí, es bastante extraño…-dijo en un bostezo.

-Ádam no te duermas- dije acariciándole el pelo.

-tengo sueño-afirmó.

Me cogió la mano con la que le acariciaba el pelo,
cosa que me decepcionó un poco, la dejo en el espacio
que separaba mi cara de la suya, luego me tocó suavemente
 la mejilla, me miró con sus ojos que solo podía ver gracias a la
 luz de la luna que entraba por la ventana y pestañeé, un
simple pestañeo y ya no estaba en la posada sino enfrente
de un dormido Gabriel, estaba ruborizada por lo que había
pasado miré a Gabriel, su simple visión me hacía sentir mucha
paz, le apreciaba mucho, su rostro era tan realmente bello.

Los días pasaron lentamente mientras toda la historia se
repetía y veíamos como parte del mercado iba desapareciendo,
habíamos inventado algunas formas de mantenernos despiertos
como pellizcarnos las palmas de las manos el uno al otro,
cantar canciones a medias por ejemplo yo cantaba una estrofa
y el otra pero esa la descartamos porque el que no cantaba
tenía tiempo de dormirse, palabras encadenadas, pero en
 ningún caso me menciono lo de esa noche.

Por enésima vez habíamos llegado a la habitación de
la posada pero esta vez era distinto, 2 minutos después
de entrar salimos a escondidas, entramos en el mercado
pasando por debajo de una cadena, oh una cadena cuanta
seguridad, pero teniendo en cuenta la época seguro que ha
mucha gente le daban miedo las cadenas.

Entre todos los puestos había una carpa que brillaba más de lo
normal, era de rayas malvas y vino y una luz la iluminaba,

Ádam me cogió de la mano y miramos entre una abertura
 de la gran tela, me tapé los ojos y me abracé a él, estaba
lleno de cuerpos tirados por el suelo, todos sin ningún color
corporal y todos con la misma expresión, como la de la cara
 del cuadro del grito, la señora que hablaba mucho estaba
aterrada y nos miró, se dio cuenta de que estábamos ahí y
cogió de su bolsillo una bolita de papel arrugada, la abrió
y con un pequeño lápiz escribió algo rápidamente, lo dejo a
su lado en el suelo después de arrugarlo otra vez, por la
 puerta entró una señora, era la señora de los ojos de gato,
 la que nos dijo que no se admitían devoluciones, cogió una
piedra de color turquesa pero con un montón de brillo dorado,
 la llevaba colgada al cuello, se la desato.

-Necesito tu bella alma, tan joven-.

Ella era una señora de mediana edad, la señora de los ojos
de gato la tocó y la cogió el mentón, acercó su cara a la de
la señora como si la fuera a besar pero lo que hizo, bueno
 ella no, la piedra con forma de bola fue volar hasta estar en
 la boca de la señora habladora, se la tragó, se tragó la
bola y sus ojos se tornaron blancos y su expresión en la
cara y se quedó igual que todos, luego la bola salió por
 la boca y volvió al cuello de la señora de ojos de gato, me quedé horrorizada, la señora salió de la habitación.

-Vamos-dijo Ádam arrastrándome con él.

Cogimos la bolita de papel y la desarrugamos:

Para salvarnos nos podéis dar una gota de 
cualquier licor 
o un poco de zumo de uva.

-Yo tengo vino-dijo Ádam.

Lo primero que pensé fue “¿De donde ha sacado este niño vino?” luego me di cuenta de que yo tenía zumo de uvas es
que me encanta y un señor mayor lo vendía e el mercado, 
así que entre los dos fuimos reviviendo a la gente hasta que
me encontré con un cuerpo familiar, era el de Iris una
amiga del colegio, por una rasgadura que había en la
 tela vi a un chico, parecía tímido, entró lentamente su pelo
 era marrón claro bastante desordenado, sus ojos eran verdes
 y su cara bastante aniñada, andaba un poco encogido,
no muy alto.

-Soy-soy… E-el guardián de-de Iris-dijo.

Me limité a mirarlo después baje la mirada hacía
Iris y mojé sus labios con zumo de uva, una gran parte
 de la gente estaba despierta, cuando Iris despertó el chico
 se tiró a sus brazos como si fuera un niño pequeño,
la beso en la mejilla y la dijo que la había echado de menos.

-Quita Anthony que me estresas-dijo Iris.

Anthony sonrió y se quitó.

-¡Kiara!-se levantó y me abrazó.

-Ven con nosotros-dije entusiasmada.

-Sii-dijo-eso sería genial-.

Al instante en su antebrazo salió la marca del agua.

Según la gente se despertaba nos daba las gracias y
se iba hasta que cuando nos faltaba una cuarta parte de
personas entró la señora de los ojos de gato y enfureció,
Iris y Ádam consiguieron escapar pero yo estaba totalmente paralizada.

-Esta sí que es una alma joven-dijo con tono siniestro

El proceso fue igual al de la señora habladora y pase
mucho miedo, cuando me tragué la bola sentí que me
ahogaba y me moría y después me sentí realmente ligera,
por una milésima de segundo contemplé el interior de la
carpa y mi cuerpo inerte, mi collar brillando y rompiéndose
en las manos de la señora de los ojos de gato, luego me vi
en un lugar turquesa con un montón de brillos dorados,
pensé que si vinieran mañana como ya no hay muchos
cuerpos iban a conseguir sacarme de aquí y sacar a los demás,
aunque ahora no viera a nadie, puede ser que cada alma este
una parte paralela a la otra, me sentía tan vacía…

sábado, 9 de febrero de 2013

Capítulo 7: el misterio del mercado blanco (parte 2)

Aquí ya he colgado la segunda parte del capítulo 7 :)) espero que os guste.


Me asomé un poco y vi al cochero manteniendo una  plácida conversación con Raquel, él parecía un chico alto,
no se apreciaba muy bien ya que estaba sentado,
llevaba un sombrero de copa grisáceo un poco torcido,
tenía unos intensos ojos esmeralda
 y el rostro salpicado de pecas lo que le daba un aspecto dulce,
el pelo corto color ébano y vestía con un traje de cola negro,
los dos reían, nunca había visto a Raquel con esa sonrisa
tan sincera en los labios y en los ojos, volví al interior
del carro.

-¿Qué? ¿Lo has visto?-peguntó Adam con una sonrisa en
 los labios.

-Sí, hacen buena pareja-dije entusiasmada.

-Kiara…-suspiró Gabriel.

Me giré para mirarle, seguía apoyado en la esquina
más oscura con su rostro escondido por la oscuridad.

-Raquel ya está prometida-me dijo-por eso mejor no digas
eso, se lo tomará mal y le dará problemas-.

-¿Problemas? ¿Por Qué?-pregunté.

-Porque ella no se puede, osea… No puede estar con nadie
 y le cuesta asimilarlo-contestó- porque está comprometida con
alguien poderoso y no quiere poner a nadie en peligro-.

-Raquel entró suave como una mariposa.

-Ya hemos llegado-dijo.

Bajó la mirada y me cogió de la mano, bajamos primero y
ella le lanzó a Gabriel una mirada de “Dejadnos solas”
y él le correspondió con una mirada cómplice.

-Lo siento-comenzó diciendo-me cuesta ver a chicas como tú,
Kiara-.

-¿Cómo yo?- debo admitir que me lo tomé a mal.

-Libres de amar a quienes quieran, con una forma de vivir
distinta, personas que no ponen en peligro a otras, levantarse
todas las mañanas y sonreír-se le quebró la voz-una
acción tan fácil como sonreír… Y a la vez tan
difícil-acabó susurrando.

Se agarró a mis hombros y yo la abracé amistosamente.

-Lo siento, me acabo de enterar-susurré-podemos ser amigas-
me paré a pensar- solo si quieres-.

Levantó la cabeza y sonrió, se secó las lágrimas.

-¿En serio?-preguntó.

-Claro que si-respondí con un entusiasmo repentino.

El camino hacia el mercado blanco era de arena y
pequeñas piedras.

A la entrada del mercado nos encontramos con los chicos,
me cogí del brazo de Ádam y empezamos el camino.

Era un tipo de mercadillo solo que los puestos estaban
 bastante descolocados, algunos puestos se limitaban a poner
una mesa una tela y algunas tartas de distintos sabores,
otros tenían la mesa la tela y dos palos de madera
que sujetaban otra tela sucia normalmente,
en la mesa colocaban las mercancías,
la mayoría collares con supersticiones o amuletos,
también había gente que ponía bisutería barata.

Al ver tanta infinidad de cosas me sentía como una niña
de tres años, una niña descubriendo todo un mundo que en
realidad era lo que era pero  bueno me sentía tan nueva
 en todo, miré un montón de cosas y reí y hablé un montón
con Ádam y Raquel, reconozco que dejé un poco de l
ado a Gabriel pero era muy feliz.

Nos paramos en un puesto de esos con collares supersticiosos
y con maldiciones raras.

-Qué cosas tan bonitas-exclamé

Eran los colgantes que más bonitos que había visto en mi vida.

Gabriel cogió a Ádam de la manga y se lo llevó.

-Te va a regalar uno-me susurró la vendedora.

Me ruboricé un poco.

-Bu-Bueno ¿Cuál te gusta más?-me preguntó.

Los mire todos un poco, eran tan realmente bonitos pero
había uno en concreto que era perfecto, en realidad eran dos
 colgantes, unidos.

-Ádam, mira son preciosos ¿te gustaría que lleváramos
uno cada uno?-dije con una sonrisa.

-Sí, son realmente bonitos-contestó.

Me miró y se ruborizó.

-¿Entonces queréis estos?-pregunto la señora, era una
señora mayor, sonrió misteriosamente y llamó a otra señora,
esta otra nos miró con sus penetrantes ojos de gato azules,
realmente claros, su pelo blanco nieve estaba recogido en
un moño alto y su cara no estaba muy acorde con su
pelo parecía mucho más joven y se limitó a decir.

-No se admiten devoluciones-.

-Os lo regalamos, hacéis muy buena pareja-dijo con una
sonrisa la primera señora un rato despues.

Me ruboricé.

-Gracias, señora-me limité a decir.

Nos giramos y nos fuimos.

Pronto se hizo tarde y después de ver muchos puestos
buscamos una posada, Gabriel sacó unas bolsas de cuero
 llenas de monedas  con símbolos extraños.

Subimos a las habitaciones, eran dos, me acerqué un
poco a Raquel para dar a entender que me iría a
la habitación con ella pero no fue así.

-No podemos levantar sospechas-dijeron como excusa
Raquel y Gabriel.

Al fin y al cabo nos tocó a mí y a Ádam dormir en la
misma habitación y la verdad no sé si en la época en
la que estuviésemos se habían inventado las camas individuales
 porque la verdad no voy muy bien en historia pero en esa
habitación solo había una cama gigante, no era de
matrimonio, era GIGANTE.

Me metí en una mini-habitación, que en los hoteles actuales
 sería el baño peo la verdad es que no sabía que era esa
habitación. Cuando salí llevaba un camisón a mi parecer
 un poco corto ya que estaba por encima de las rodillas
me metí entre las verdes mantas de la cama y sople la vela
de la mesita de noche, Ádam hizo exactamente lo mismo,
 cada uno estaba a un lateral de la cama dejando así todo
el centro vacío, así que como pensé que él se iba a quedar
en un lateral me tumbé más hacia el centro acomodándome
 mejor y como él pensó lo mismo en un momento dado nos
tocamos y retrocedimos.

-Buenas noches-dije.

-Buenas noches-.

Me toqué el collar  que llevaba y recordé todo lo que
habíamos visto, todos los maravillosos puestos, en un puesto
de pasteles la señora nos había dicho “Las tartas de
arándanos son las mejores de nuestro pueblito” con
un acento francés que lo hacía quedar como
“Las tagtas de agándanos son las mejogues de
nuestrgo pueblito” un toqué bastante gracioso que hizo
inevitable una sonrisa mía aunque la señora también
me sonrió dulcemente. La peor parte fue cuando vimos una
 pelea entre un comerciante y un cliente, los dos salieron
llenos de heridas que les dejarían marca, también estaba
 un puesto de instrumentos donde un chico con
pelo largo y castaño tocaba el laúd tan
tranquilamente para hacer publicidad hasta que se
le rompieron dos cuerdas, dos señoras regordetas
empezaron a cuchichear y vinieron donde nosotros a
 decirnos que los instrumentos de Elósbel eran malos,
 me extraño un poco el nombre pero bueno, para terminar
el día además de comprar los collares azulados con
signos extraños vimos un puesto con una señora
muy habladora le dijimos un simple buenas tardes
de cortesía y empezó “Buenas tardes, aunque para
mí no son tan buenas serían más buenas si vendiera
algo más porque la verdad la gente de este pueblo es
insoportable sin ir más lejos hoy han venido una señoras
regordetas y han empezado a decir que mis collares no
son buenos, ellas que sabrán” dijo indignada
“Yo podría decir cosas peores de ellas porque son
unas focas con piernas pero además se atrevieron
a intentar robarme tres pulseras y ¿qué te iba a decir yo?”
 no pude responder, la sonreí y nos fuimos.

-Ádam ¿Te has dormido?-pregunté.

-no ¿Qué pasa?-respondió.

-es que me aburro…-.

-tengo sueño…-.

-vale, vale-dije.

Pronto me quedé dormida, al día siguiente cuando me
desperté miré a mí alrededor, estaba en el refugio, en el
cubo de cristal sin cristal, era imposible, ayer me había
 ido a dormir a una posada y… Me toqué el cuello,
el collar seguía ahí, entonces…
¿Por Qué estaba en el refugio?